[Por Delta Soto]

Cuando trabajamos en otro sitio que no es el teatro tenemos que rendir más que todas, porque cuando nos subimos al escenario, todo el mundo de nuestro ámbito laboral piensa que le robamos tiempo al horario de trabajo para estudiar y conformar  nuestro rol de la obra puesta en escena.  Si tenemos éxito, nos respetan un poco más, pero si no obtenemos buenas críticas y respaldo económico, por ejemplo, comprar un carro nuevo,  se ensañan con nosotras, y esto sucede,  ya sea en una oficina privada o pública, y aun en cualquier Universidad donde ejerzamos.

En nuestro rol de madres, cuando los hijos se enferman, nos toca estar al lado de sus camas,  ya sea en la casa o en la clínica  u hospital, y si es el compañero (esposo, marido, amante), lo que sea, que le toca enfermarse, entonces la cosa se complica, porque, (aquí entre nosotras),  no hay nada más “ñoño” que un “macho enfermo”.

Como consejeras, tenemos cada una un máster.  ¿Quién no ha tenido que intervenir entre peleas de padres e hijos, hermanos / hermanas, y muchas veces entre los padres de una o del compañero.   Hay que hilar fino.  No hay psicólogo (a) que nos gane.  Y en cuanto crece la prole,  vienen sus relaciones amorosas y entonces nos toca dar otros consejos,  terminar de chaperonas y en ciertos momentos hasta de casamenteras… Generalmente, al final de nuestras fructíferas vidas, volvemos a ser “madres” de nuevo al convertirnos en las siempre diligentes y tiernas abuelas…

Es dado a este amplio diapasón de posibilidades para  hacer frente a la vida y a la sociedad, que las mujeres estamos más cerca de la actuación que los hombres. Además, en nuestro país, (dicho por los compañeros actores), que las actrices desde  más o menos, y (para no ir muy lejos) el año 1946, año en que se formó el Teatro Escuela de Arte Nacional, por el bien recordado y reconocido español Don Emilio Aparicio, somos en cantidad y calidad superiores a los hombres de nuestra profesión…

Solamente mencionemos algunos nombres, así de pronto: la pionera Divina Gómez, (fallecida).  Monina Solá, Áurea Juliao (fallecida), Nubia Ulloa, Ana Hilda García, Flor de Bethania Abreu, Josefina Gallart, Estela Cuesta, María Castillo, Carlota Carretero, Ilka Tanya Payán (fallecida) Karina Noble, Milagros Martínez, Esperancita Pérez, María Isabel Bosch, Margarita Baquero, Elvira Taveras, Yamile Schecker, Lidia Ariza, Esther Cabrera, Olga Bucarelly,  Nives Santana, Niurka Mota, y no quiero olvidar a dos mujeres actrices que no habiendo nacido en el país, tuvieron la responsabilidad de desarrollar papeles femeninos protagónicos que son hoy todavía de antología, me refiero, a las españolas, Doña Carmen Rull y Doña Antonia Blanco Montes (ambas fallecidas), aparte de la nueva generación egresada de las rehabilitadas Escuelas de Teatro de Bellas Artes, de academias privadas, o de universidades del país.

Con esta aseveración no pasa por mi mente ofender a los compañeros de profesión, pero cuando hablamos de ellos, solo  nos vienen a la memoria los magníficos actores, Jesús Lizán (fallecido), Salvador Pérez Martínez, Freddy Nanita, Don Rafael Gil (fallecido),  Pepito Guerra,(fallecido), Ángel Haché, Víctor Checo,  Fernando Cristóforis (fallecido), Rafael Villalona (fallecido), Augusto Feria, Danilo Taveras, (fallecido), Iván García y muchos jóvenes, unos que ya han ganado sus puestos y otros  que empiezan a ganarse un legítimo lugar en la escena nacional.