Por Venecia Joaquín
Me afligí al enterarme del fallecimiento de Don Mariano Lebrón Saviñón. De inmediato, recordé a Don Rafael Herrera. Cuando este murió, sentí la misma tristeza. Se nos están yendo personas de valía, que demostraron amor desinteresado por la nación, periodistas y literatos respetables que supieron dar frutos positivos a la población.
Don Mariano y Don Rafael, desde sus escenarios, contribuyeron a desarrollar el alma del pueblo, compartiendo los mecanismos para lograrlo. No perseguían riquezas materiales, buscaban serenar el espíritu, alcanzar la paz.
Don Mariano, dejó una montaña de aportes educativos y culturales. Además de médico, fue un gran literato, poeta, humanista. Sus contribuciones, se aprecian en sus poesías, ensayos, artículos, cátedras, libros, así como en las instituciones que fomentó como la Academia Dominicana de Medicina, el Instituto Duartiano, el Movimiento de la Poesía Sorprendida, etc.
Recibió merecidos reconocimientos, dentro de ellos, la Orden de Duarte, Sánchez y Mella en el grado de Comendador, el premio Nacional de Literatura y el Caonabo de oro.
Siempre me ha gustado escribir. Don Rafael, periodista liberal, de amplia mentalidad, siendo Director del Listín Diario me dio las primeras lecciones y se mantuvo publicando mis artículos hasta que expiró.
Mi libro, “Reflejos de Nuestra Sociedad”, se lo dediqué a Don Rafael. El prólogo lo escribió Don Mariano. Acurruco en mi espíritu las hermosas y generosas expresiones con que lo engalanó. “Si bien Venecia no filigrana su prosa con bordados de fina orfebrería, tampoco la recarga con berruecos o arrequives que la hagan pesada y pedantesca. En cambio sabe saturarla de dulcedumbre hiblea y ternezas conmovedoras”.
Cuando leo este u otros comentarios, me convenzo de que fue un gran literato, un poeta maravilloso.
Me emocioné cuando dijo “Libros como este son necesarios en estos tiempos calamitosos donde se estragan los principios de la sana convivencia, aptos para una juventud desorientada que urge de consejos emanados de quien emula con ejemplo lo que predica”.
Oh, Dios, ¿Cómo pudo decir tantas bellezas sobre temas tan simples como los que escribí?
Don Rafael y Don Mariano eran así, talentosos, de juicios sencillos pero profundos, inspiraban confianza y siempre estaban dispuestos a ayudar a los demás. Dos paradigmas inolvidables, dignos de ser emulados. Que en paz descansen.