No obstante, las “minorías inteligentes” en quistadas en los partidos tradicionales o en la sociedad civil, también traen desilusiones muy profundas, cuando finalmente ceden su pensamiento a la censura, y pasan a funcionar como parte del régimen que impone el miedo.
“No hay que decir que la intelectualidad civil, corresponsabilizaba en su mayor parte con el régimen, falseaba las abominables actuaciones de éste. Al igual que el clero, vivía de rodillas al tirano. Sus figuras más conspicuas actuaron, junto a éste, en función de asesores y consejeros. Se dio así el hecho de que las dos fuerzas encargadas de orientar hacia el bien a la comunidad, quedaron convertidas en fanales de perversión.” JUAN I. JIMÉNES GRULLÓN [1]
“Nosotros sabemos que es peligroso hablar el lenguaje de la verdad al Poder; pero, por lo mismo que para decirla no atropellamos ningún derecho, ni violamos ningún respeto, ni nos apartamos del deber cívico que reclama hoy más que nunca la voz del pueblo en defensa de los intereses de éste, no vacilamos en decirla con franqueza, porque la decimos exenta de toda culpa.” MIGUEL ÁNGEL GARRIDO [2]
Rafael Estrella Ureña, nombrado por Trujillo Ministro de Relaciones Exteriores. Agosto, 1930
El miedo, tal parece que, no es una sombra pasajera. A los pueblos se les induce al miedo, a auto-reprimirse, a no mostrar que su propia libertad es una manera esencialista del ser. Hacer la elección de la libertad, es lanzarse a la existencia, ser consustancialmente una voluntad. Tener miedo es un desequilibrio emocional que propicia sentirse débil e inseguro, y cuando es al Poder que se le teme, se “acuerda” con éste, someterse a un estado de subyugación.
El miedo en los pueblos tiene su caldo de cultivo en las contingencias y contradicciones que se presentan cuando se pretende establecer un “orden”, un sistema de dominio aberrante. La “democracia” hace del “orden”, junto a las fuerzas vivas que actúan con tensión, su credo, más aun si considera en teoría que todos pueden ejercer el derecho a la representatividad o a ser representados.
La “democracia” es imposible pensarla o percibirla sin las “minorías inteligentes”, sin ese grupo de sujetos que son los que arman la “política de los foros”, los que haciendo ejercicios de la confianza que se deposita en ellos, se convierten en una legión de individuos que hacen de la palabra su forma “competente” de inducir a los debates en torno a un tema que requiere que las “minorías inteligentes” colaboren entre sí, se pongan de acuerdo, o logren concertar con el Poder un culto al mismo a través de apologías, hasta alcanzar el espanto de convertirse en modernos esclavos de las estructuras económicos-políticas imperantes, ahogándose en una “vorágine de abominaciones” [J.I. Jiménes Grullón].
Las “minorías inteligentes” sirven a todos y en todos los sistemas; provienen de las izquierdas y de las derechas, de los liberales, del sector privado y del sector público, del positivismo filosófico, de instituciones de autogestión, de las industrias, de los grupos hegemónicos, de los sindicatos, de gremios de empresas, de fuertes corporaciones financieras que manejan el mercado de los valores y de los capitales de inversión, y que se asociación a los gobiernos para figurar como aliados estratégicos.
Juan Isidro Jiménes Grullón
No obstante, las “minorías inteligentes” en quistadas en los partidos tradicionales o en la sociedad civil, también traen desilusiones muy profundas, cuando finalmente ceden su pensamiento a la censura, y pasan a funcionar como parte del régimen que impone el miedo.
Las “minorías inteligentes” tienen más de un siglo y medio, siendo parte de la “política de los foros”, sentándose en los asientos gubernamentales, en las Cámaras Altas o Bajas, actuando entre los políticos rivales o siendo “oposición” de éstos; induciéndolos a aceptar candidaturas a cargos electivos, para luego ellos incorporarse a la burocracia.
Las “minorías inteligentes” dicen ser, unos privilegiados, notables cerebros con autoridad profesional y académica, que dominan distintos temas y tienen “credibilidad” moral y ética para argumentar razonamientos irrefutables, adquiriendo la hidalguía de ser consultados para “aconsejar” a los políticos del sistema.
Pero sucede que, en las “minorías inteligentes” se encuentran neoconservadores, radicales, ecléticos, ultra patrióticos, transformadores, demagogos, combatientes, ortodoxos, racionalistas, xenófobas, en fin, individuos abrumados por la utilidad de su precedencia intelectual. La “opinión pública” se apoya en esas personas que de manera “voluntaria” orienta a la ciudadanía. “Ellos” son los que dirigen, o creen dirigir los laboratorios de la política, los que serán todo el tiempo tomados en cuenta para trazar las directrices de los programas de reformas, de los pactos, que el Estado puede experimentar para su renovación.
Pero esas “minorías inteligentes” también sueñan con la economía del mercado. Algunos, desde las universidades o diversas entidades de la sociedad civil -que hacen su segunda familia-, participan de manera abrumadora en todos los espacios de discusión, siendo éstos su primer refugio, y los partidos políticos, su segundo refugio.
“Hoy como ayer tengo fe en los destinos de la Patria-Dijo el Generalísimo Trujillo.”
Las “minorías inteligentes” le temen a la euforia que puede provocar la idea de una revolución; les preocupa que caigan en picada sus proyectos; no se atreven a emular los “despropósitos” que puede traer un revuelta popular; le temen a la derrota, a la ferocidad de las masas cuando pasan la línea divisoria que la separa del opresor; contrario a ellas, las “minorías inteligentes” son capaces de establecer una relación de acompañamiento, de defensa y de colaboración con un dictador.
Las “minorías inteligentes” casi siempre han sido letales para la historia, porque ellas se atomizan en torno a propósitos autoritaritos, que siguen, que aúpan, y de los cuales se hacen parte de su séquito de atrocidades. No hay país, no hay nación, no hay conglomerado social, que excepcionalmente escape de esas minorías educadas, que combina su servicio al Poder con la protección que le dé o le ofrezca el Estado. Ellas representan la personalidad del tipo de ambiciosos, de los inauténticos, de los que se dejan colonizar por las corporaciones, y se abrazan a lo tóxico de esa alianza “forzosa” con el establishment, y todo enfrentamiento anterior con el sistema se deshiela, para ser sus aliados.
Tras bastidores las “minorías inteligentes” supervisan que las mayorías sufran de amnesia, que el entorno político en que se desenvuelven no lo permita sospechar que están siendo manipuladas. Las “minorías inteligentes” ocultan su verdad; no confían, porque traen una herencia de prejuicios. Esas minorías ya llevan un siglo y medio haciendo que las lecciones de la historia no se aprendan, porque actúan en cada paréntesis del tiempo. Son ellas las que traen los retrocesos institucionales, las que persiguen desde la “política de los foros” aliarse a las fuerzas oscuras que infunden miedo, que empujan a los pueblos a vivir en tensiones, que se desplazan de un partido a otro, que se hacen “imprescindibles”, que se rinden ante los caudillos, que pretenden gobernar, según ellos, desde la meritocracia.
Funcionarios del Estado, congresistas, empresarios, tienen un ejército de asalariados de esas “minorías inteligentes”, a las que dejan conservar el trono de ser parte de la “camarilla” de la “política de los foros”, “voluntarios” cívicos para que el “orden” se preserve.
“Los oradores del mitin de mañana en el Parq. RAMFIS”. Listín Diario, 6 de abril, 1935. Primera plana.
Esas “minorías inteligentes” participan en todos los procesos comiciales, y se atribuyen ser una voz “democrática”, y de voz “democrática” se erigen en defensoras de la soberanía, del pueblo soberano, veladores del interés nacional, además de ser representantes de las oligarquías formadas en el último siglo, haciéndose unos “lideres” con un reconocimiento social, por lo cual es imposible que se les niegue o pretenda negar el derecho a gobernar.
nteligentes” enfrentan al Estado, sobre un sinnúmero de cuestiones, pero se rinden a la fatalidad de asumirse como “minorías inteligentes”, al igual que otras “minorías inteligentes” que entran en pánico ante el poder del Estado, tirando a un zafacón el ideario de antaño, asumiendo como su religión el silencio cómplice, para asegurar su vigencia en la “política de los foros”.
Las “minorías inteligentes” se entregan a las diversas concesiones que le da el poder político, y recurren a él en momentos en que ya no se hace eficaz su práctica de asumirse en libertad y con derecho a disentir. Ellas (las minorías) entonces no pretenden jugar más a “cero mata cero”, porque recuerdan que la política es una guerra, y es más fácil sobrevivir del lado donde están las municiones, que del lado en que están los indefensos.
Ese pánico, ese miedo al poder por el poder, es lo que ha hecho que
Miguel Ángel Garrido, 1916
las “minorías inteligentes” políticas no puedan hacer entre sí un pacto de gobernabilidad con los partidos del sistema, y queden amordazados por el poder político como una elite de marginales, reducidos a una insólita insignificancia, sin capacidad para ser árbitros de nada, sólo adversarios callados, actores ocultos detrás del telón de cada proceso electoral, ineficaces negociantes.
El pueblo está cansado de esas “minorías inteligentes”, que carecen de compromisos auténticos con el presente, con el pasado y con el porvenir. Difícil que consigan -algún día- apoyo popular esa dinastía de sabios, de caciquitos de la inteligencia que pululan como eruditos de aquí, de allá, para acá, para allá, movilizándose, mostrándose como los más idóneos, prestándose a la red clientelar de conquistar a otros de las “minorías inteligentes” para callarlos.
Desde el siglo XIX esas minorías han actuado de espaldas al populacho, destrozando las bases ideológicas que dieron nacimiento a la República, provocando divisiones, conspirando desde la clandestinidad, haciendo tramas insurreccionales, sirviéndole a caudillos que derrocan Presidentes, sirviéndoles a políticos que entregan al país a intereses foráneos, deshaciendo gabinetes de gobiernos, enquistándose en gabinetes de gobiernos, ocultando la corrupción gubernamental, ocultando los trastornos de procesos electorales, corroyendo a la conciencia colectiva, acelerando la derrota de opositores, impulsando emergentes simuladores, siendo portavoces de políticos que encabezan la caza de todas las cabezas opuestas a ellos, haciéndose files correligionarios de los incapaces, circulando como moscas en torno a todos los gobiernos, buscando prebendas, dificultando las alianzas políticas, convocando a huelgas, convocando a constituyentes, convocando a manifiestos a favor de caudillos, porque aspiran, además, a ser parte del aparato burocrático central.
Lo mismo de ayer, de un siglo atrás, de casi dos siglos atrás, parece ocurrir con las “minorías inteligentes”, se hacen fieles “obreristas” de cualquier sistema corporativo de partido; eficaces colaboradores, iniciadores de loas al caudillo, herederos de las circunstancias que desatan los odios, las rencillas, los enfrentamientos en los partidos dinásticos; se dejan arropar por el pregonado auge de la decadencia de ideales, y se convierten en una difusa caricatura, en una sombra de sí mismos que no llegan a reprocharse.
Es raro, muy raro, muy escaso que alguien de las “minorías inteligentes” se pueda sustraer de esa depresión espiritual y sicológica que causa quebrar su dignidad, refrendando el fracaso de su condición humana, el desquiciamiento que trae el miedo a sentirse una sombra de sí mismo, de lo que fue, y dejó de ser. De esa fatalidad pocos se han salvado. Si no lo creen lean esta reseña firmada por Emilio A. Morel en el Listín Diario, de 1935, titulada “Resumen de cinco años de revoluciones…”, sobre cómo Trujillo puso de rodillas a las “figuras más conspicuas” de las “minorías inteligentes”, entre ellas, a Rafael Estrella Ureña.
Isabel Mayer, Senadora de la Provincia de Montecristi, haciendo entregada de las cartillas educativas del Jefe, a funcionarios gubernamentales de la región sur.
“Aún no se ha registrado el primer motín ni se ha hecho un solo disparo.- Los planes subversivos han contribuido al afianzamiento de la seguridad pública.Estrella Ureña no se arriesgará en aventuras guerreras que no sean efectuadas a través del micrófono.- Una frase definitiva del Presidente Trujillo.
“Hoy no puede haber revoluciones; pero hay “revolucionarios”, aunque de calidad ínfima y en número exiguo. No puede haber revoluciones formales, de aquellos en que el ajeno caballo de silla era el más apreciable elemento de botín porque falta la materia prima de las revoluciones, que es la ignorancia del pueblo. El único ignorante de hoy es el caudillo de ayer. Y el caudillo de ayer, anacrónico y montaraz, pero a veces denodado, no nos quedan más que como imitadores grotescos: esto es, representantes auténticos del tipo clásico y zorruno del embaucador criollo.
“Los “revolucionarios” dominicanos de hoy, más que sujetos contrarios a un régimen político, parecen sus mejores partidarios. Y hasta pudiéramos decir paradójicamente que sus planes subversores han contribuido al afianzamiento de la seguridad pública. En efecto, los que viven en el extranjero, algunos de ellos acosados por obligaciones económicas no satisfechas en su país, y otros porque la comisión de hechos más delictuosos les hace temer sanciones rigurosas –esos tales llevan más de cinco años en la persistente labor de destacar los brillantes y enérgicos flancos de la misma realidad que ellos se proponían ocultar con el meñique de sus odios y de su envidia. Porque esos cinco años de estériles conspiraciones contra la paz de la familia dominicana han comprobado plenamente la realidad de esa paz, la ineficacia de todo empeño para alterarla y la falta de condiciones para conducir ese empeño. Porque esos cinco años de virulencia denostadora, de trajín aspaventero, de temeraria acción concitativa desplegada en el anónimo contumelioso, en la hoja clandestina o en el periódico venal de fácil acceso a la rufianería, sólo ha servido para comprobar la extinción del espíritu belicoso en nuestro país, la falta de ambiente para ese espíritu, la imposibilidad de organizar serias empresas de armas contra nuestra seguridad interior y la absoluta carencia de auténticos valores políticos para dirigir esas empresas.-
“Porque, frente a cinco años de revoluciones palabreras, de charlatanerías expedicionarias, deamagos de artillería verbal, de desembarcos por ensenadas fantásticas y de invasiones de radio-emisoras, -sin que en ese lapso se haya registrado un solo motín ni se haya hecho un solo disparo al aire-, se yerguen cinco años de paz, de seguridad, de trabajo, de producción, de estabilidad institucional, de multiplicación de crédito, de acrecentamiento de la riqueza, de reafirmación de atributos viriles, de erguimiento de soberanía; cinco años de depuración, de fumigación, de eliminación de agentes tóxicos del cuerpo nacional, de anulación de factores inútiles como los que han establecido su razón social al amparo de la credulidad cubana”. [3] [Las negritas y subrayados son de la
Arturo Logroño Cohén. Secretario de Estado de la Presidencia, 1937. Col. Ylonka Nacidit-Perdomo
NOTAS
[1] Juan I. Jiménes Grullón, La República Dominicana: Una ficción. Análisis de la evolución histórica y de la presencia actual del coloniaje y el colonialismo en Santo Domingo (Talleres Gráficos Universitarios: Mérida, 1965): 248.
]2] Miguel Ángel Garrido, Contra la Convención de 1907 (Santo Domingo: Editora Alfa & Omega, 1979): 23-24. [Recopilación de 24 Editoriales de Miguel Ángel Garrido realizada por Julio Jaime Julia].
[3] Emilio A. Morel “Resumen de cinco años de revoluciones…” en Listín Diario (6-IV-1935):1.