POR Francia de Pérez

Un zumbido, un estallido, un hoyo en la pared, un gran susto. Mi madre planchaba en el tercer piso de la calle Cambronal esquina José Gabriel García y por poco la bala choca con su frágil y afanado cuerpo. Yo estaba cerca de ella en ese momento.

La revolución de abril del 65 había estallado.

En el edificio del lado de la José Gabriel García, en Ciudad Nueva, Santo Domingo, había un comando rebelde y por el lado de la Cambronal vivía Cayetano Rodríguez, un conocido revolucionario.  Las balas venían desde Los Molinos, del lado Este de la ciudad, por franco tiradores apostados allí para disparar hacia éste lado de la zona constitucionalista.  

Yo era muy joven y no era consciente (además no era en el mundo en que me desenvolvía), de lo que realmente estaba sucediendo y la importancia de ese acontecimiento que procuraba restablecer el orden constitucional del país, después del derrocamiento del Presidente elegido democráticamente por el pueblo, el Profesor Juan Bosch.

Los cambios en los pueblos son producidos por diferentes factores, como el abuso de poder o desigualdad social, entre otros, que generan un sentimiento de impotencia y disgusto en la sociedad que poco a poco da origen, muchas veces, a crear una fuerza interna colectiva, liderada por jóvenes visionarios que buscan vivir en libertad y luchan en contra del estatus quo establecido a la fuerza.

Fue el caso en nuestro país, al querer algunos establecer de nuevo, en septiembre del 1964, una vuelta a la dictadura o al poder implantado por la fuerza militar del momento.

La juventud siempre va a la vanguardia de los acontecimientos, así  como también LA MUJER que ha tenido siempre una presencia de importancia en estas luchas en búsqueda de cambios sociales.

En la gesta de abril de 1965 la mujer tuvo una participación que siempre debemos reconocer y exaltar, sin o con fusil, los aportes de la mujer dominicana en las luchas en que nuestra Patria ha devenido, han sido marcados por un sentimiento patriótico, lleno de coraje y valentía.

Así lo hicieron mujeres como Vicenta Vélez, compañera de Caamaño,  Piky Lora, abogada especialista en materia de tierras, Yolanda Guzmán, activista militante, Aniana Vargas, activista antitrujillista, Emma Tavárez Justo, abogada, dirigente del movimiento revolucionario, Hilda Gautreau, también militante del movimiento revolucionario.

Otras mujeres valerosas hicieron presencia en este movimiento popular. Y aunque sus encomiendas o tareas no estuvieron tan visibles, llevaron sobre sus hombros las responsabilidades adjudicadas a ellas.

Las mujeres realizaban tareas tradicionales, como el suministro de comida, entrenamiento en el manejo de las armas, desarrollar logísticas para procurar fondos y comida en el interior del país, buscando contactos fuera de la zona de guerra…

También servían de correo, tipificaban sangre, atendían combatientes heridos en los hospitales, distribuían  documentos,  trasladaban armas, procuraban combustible, enterraban muertos, etc. Fueron algunas de las actividades en que la mujer hizo presencia. Estas tareas riesgosas eran imprescindibles en un movimiento de resistencia como el llevado a cabo por este grupo de hombres y mujeres patriotas dominicanos, que se inició en noviembre del 64 y estalló el 24 de abril del 65.

Es de gran orgullo reconocer  el aporte de la mujer dominicana a los cambios sociales que se han producido en el país, en especial a aquellas mujeres que han ofrecido su entereza, su coraje y su amor a la Patria, para que todos podamos vivir en democracia y que hayamos podido construir un país mejor para la juventud de ayer,  hoy y del futuro.

¡Loor a estas valiosas mujeres amantes de nuestra Patria,  libre y soberana!