Este es el tercer estreno mundial de “Olivia y Eugenio”, que en España protagonizó con rotundo éxito la veterana actriz Concha Velasco, en el Teatro de Bellas Artes de Madrid, dirigida en aquella ocasión por José Carlos Plaza.
Cecilia García, la primerísima actriz que esculpe personajes con conmovedora sinceridad y naturalidad, que revivifica al drama en cada gesto, en cada inflexión de voz; la actriz de présence en scene, a cuyo encuentro vamos el próximo 1º de octubre en el Teatro Nacional, se entregará a su público otra vez, en una producción de “Primera Memoria Producciones & Films”, en la obra “Olivia y Eugenio” del dramaturgo peruano Herbert Morote, dirigida por Carlos Espinal.
La propuesta escénica que trae Cecilia García, en la plenitud y apogeo de su carrera, y en la madurez de sus condiciones para la actuación, marcará su consagración definitiva como nuestra inmensa y gran Diva de las tablas.
Cecilia García ha escogido para presentar ante su público que la idolatra, una obra diferente, de la cual se desprenden situaciones profundamente humanas. No es posible escribir un simple perfil de la actriz, que ciertamente admiramos. Su director Carlos Espinal, nos ha confesado: “¡Cecilia es única! Además de su talento muy natural, es intensa, trabajadora, versátil, amorosa, leal. En escena es muy respetuosa del director”.
Cecilia es nuestra primera actriz, multifacética, que pocas veces se encuentra en una época, y que ocurre generacionalmente una sola vez en la vida, de exquisita femineidad, de excelentes caracterizaciones, dueña de la escena, con un repertorio de actuaciones que ha hecho que el espectador de teatro profesional la asuma como una estrella del arte.
Cecilia es muy cuidadosa en la selección de los roles protagónicos que escoge; obsesiva con la perfección; se apropia con recelo del texto dramático, del lenguaje escrito, y comunica, comunica desde un lenguaje interior la trama, los umbríos recovecos del ser, lo que le preocupa, lo que subyace en el inconsciente de la creación original del autor del libreto, y que sólo la intérprete, como una extraña paradoja, puede nombrar, alcanzar a darle forma, inspirar con sus actitudes a que los otros sienta la atmósfera, los meandros de esa trampa de la ficción que trae la irrealidad como desdoblamiento de la realidad.
Cecilia ha entregado a su público actuaciones inmemorables; ella sabe que el teatro no es algo fortuito en su vida, sino un destino del cual se ha hecho dueña, un destino que llena de acontecimientos, porque nada es accidental. Su virtuosidad es impecable; es una actriz de excepción para distintos géneros, viene de viajar por Europa, de enamorarse en España de una obra que por su ritmo, por la manera en que su autor describe la realidad y los momentos difíciles de la vida, hará que Cecilia asuma una interpretación impecable, irrepetible, fuerte y sublime, a la vez, que nos hará aproximarnos al sentimiento de la emoción colectiva.