Por Venecia Joaquin|

Conocí a Pedro Martínez, hace muchos años, cuando asistí a un evento deportivo en Puerto Rico. Lanzaba la primera bola para dejar inaugurado un juego de béisbol entre los Cangrejeros de Santurce y un equipo de Caguas. Como no se mucho de ese deporte, no entendía porque ese jovencito, tan delgado, era aplaudido con tanto entusiasmo. Desde entonces, seguí con interés su vida deportiva.

Pedro Martínez nació en el seno de una familia humilde, en Manoguayabo, Santo domingo, una comunidad de infraestructura débil, carente de muchos servicios y con jóvenes soñadores. Desde niño, amó el béisbol y buscaba la forma de jugarlo con sus amiguitos. Hoy, es ejemplo de que los sueños cuando se manejan con fe, perseverancia y por buena lid, pueden convertirse en una bella realidad.

Se destacó como lanzador y llegó a las Grandes Ligas. Es ocho veces All-Star, tres veces ganador de Cy Young y campeón de serie mundial 2004. Acaba de entrar al Salón de la Fama, al Templo de los Inmortales, ubicado en Cooperstown, una pequeña ciudad del Estado de New York, EU. ¡Lo máximo para un deportista!! En ese templo, se atesoran documentos escritos, audiovisuales, objetos, pertenecientes a jugadores, dirigentes o propulsores. Es una fuente para el estudio de la historia de ese deporte.

Una de las secciones mas visitadas, es la Galería de los Inmortales. En ella se pueden conocer las razones por la que fueron exaltados. ¡Ahí esta nuestro Pedro Martínez, prestigiando la nación!.

Me emocionan los que como él, se abren paso, con muchas limitaciones y logran alcanzar la meta, sin desviarse, sin atender las tentaciones que se presentan a mitad de camino, solo escuchando las voces de los que con sanos principios, los orientan para que triunfen.

A Pedro, desde sus orígenes, sus padres, hermanos y técnicos lo guiaron, cuidando de que no empañara su vida, de que nada ni nadie le restara fuerza a sus acciones.

Es significativo que se haya mantenido en complicidad con la comunidad que lo vio crecer. De la población recibe afectos y energías positivas. Sabe corresponderle. Le ha construido escuelas, iglesias, viviendas, estadio de béisbol, etc. Ha dado montañas de ayudas personales. Tiene dos fundaciones para obras sociales, en las que su esposa participa activamente.

Tras ingresar al Salón de la Fama, Pedro esta recibiendo muchos homenajes. Todos merecidos. Se le abren puertas. Pido a Dios que no se aturda, no se pierda. A veces, desde afuera deslizan, sutilmente, sentimientos como la envidia, celos mal fundados, afanes de sacar ventajas personales, persiguen que le endose el prestigio y brillo que con tanto esfuerzo logró, y pueden hacerle daño.

Afortunadamente, Pedro sabe manejarse pero debemos cuidarlo. De su vida, la juventud esta recibiendo lecciones positivas. Urgen parámetros ejemplares, para enseñar que trabajando con honestidad, se puede triunfar. Necesitamos luces que iluminen por el camino del bien. Pedro es un farol para todos. Cuidémoslo.