A muchos, incluso políticos y estadistas, les haría mucho bien autoanalizarse.
Por Paula Joaquín de Hensch (MEd)
Todo ser humano, para lidiar con sus problemas internos y frente a situaciones estresante y conflictivas, recurre a estrategias psicológicas inconscientes que le ayudan a funcionar y mantener su equilibrio emocional.
Algunas de estas estrategias manifiestan madurez en su solución, tal es el caso de aquellos sujetos que afrontan sus problemas, se retiran deliberadamente de ellos, los canalizan en religiones o doctrinas místicas, lo toman con humor, ironía… o simplemente los sublimizan en actividades socialmente aceptadas. En una palabra, utilizan esa carga energética emocional para crear actividades más efectivas y que acomoden al Yo en su entorno.
Hay otras reacciones, inmaduras, donde el sujeto ocultando la motivación de sus actos, exprime conductas hipocondríacas, pasivas, impulsivas, neuróticas o regresivas…
La proyección es uno de estos instrumentos inmaduros que utiliza el yo a lo largo de su existencia para hacer frente a la realidad que le atormenta y mantener su auto imagen e intimidad intacta. Es un mecanismo de defensa mental mediante el cual el sujeto atribuye pensamientos, sentimientos, impulsos, virtudes o defectos propios e indeseados en otras personas. Esta estrategia permite a la mente, luchar contra situaciones de frustración y conflicto, reprimiéndolas y minimizando sus consecuencias sobre el Yo…
Deepak Chopra, reconocido médico defensor de la medicina alternativa, nos dice que todos utilizamos la proyección para evitar mirar a nuestro mundo interior…, En efecto cuando el sujeto se encuentra en situación de conflicto emocional, amenazante, inaceptable, ansioso y angustiado, encuentra en ella una engañosa estabilidad… En pequeña dosis, la proyección es positiva pues ayuda al individuo a proteger y mantener su auto imagen, a frenar el malestar que ciertas vivencias y sentimientos puedan producir en el. Es como cuando instintivamente nos tapamos los oídos cuando escuchamos un fuerte ruido, o ponemos nuestra mano para tapar una luz intensa… es una defensa natural.
El problema aparece cuando adultos, incapaces de madurar emocionalmente, utilizan la proyección con el fin de salvaguardar su ego y evitar enfrentarse con su realidad que puede ser dolorosa y agobiante. Tienden a teñir el mundo exterior con sus propias características y necesidades, proyectando en los demás sus propias heridas y conmociones emocionales. Incapaces de renovarse, se apegan a situaciones reales o ficticias, que les permite continuar en su cómoda e inmadura situación… La proyección les ayuda a sobrellevar su carga emocional; les libera parte del pasado olvidado o reprimido y aquellas experiencias negativas e inaceptables de su personalidad, evadiendo de esta manera la responsabilidad de su comportamiento.
Es impresionante observar, la cantidad de personas que sin ser conscientes de ello, van juzgando y atribuyendo sentimientos propios a los demás… La intolerancia e inflexibilidad son parte de esta personalidad emocionalmente frágil. Mienten y se mienten fácilmente, atacan para defenderse. Decía Emmanuel Kant: Muchos de los escenarios que se señalan en los demás son reflejo de nosotros mismos, y en efecto, proyectamos las dificultades y vacíos emocionales internos, en interpretaciones, aseveraciones, opiniones o insultos sobre los demás.
La proyección psicológica no es la manera más sana de lidiar con nuestras emociones, es un hábito difícil de romper. Lo difícil de estas reacciones inmaduras es el grado de disfuncionalidad, pues implica afanar con su pobreza interna, su falta de autoestima, la inseguridad para mantener sus decisiones, la carencia de tacto y el poco sentido común para poder tomar decisiones sabias y eficaces.
Para recuperar el control emocional, el individuo debe tomar consciencia de este mecanismo mental, ser capaz de reconocer cuando está proyectando sus defectos, sus carencias o problemas emocionales no digeridos. Es imprescindible, que analice sus juicios, esté atento a sus emociones y pensamientos con respecto a su entorno y cree una frontera afectiva, que le permita separar la realidad exterior de sus interpretaciones y proyecciones. Instaurar una estrategia de comportamiento madura y responsable frente a si mismo y frente a la sociedad, sin distorsionar los hechos según su conveniencia emocional. En nuestro País a muchos políticos y estadistas les haría mucho bien autoanalizarse…