Por Venecia Joaquín
La frontera entre Haití y RD es como la herida que se abrió en la operación de separar estas dos naciones para que fueran libres, para que cada una estableciera sus normas, valores y tradiciones; buscara su camino hacia una vida mejor, su propio sendero hacia la felicidad. Era lo que perseguían los independentistas, pues aunque vecinas, estas naciones son, de múltiples maneras, muy diferentes.
Sin embargo, algunos líderes no defienden con firmeza la soberanía nacional. Los negocios y afanes de poder, les tumban el pulso. Pierden de vista la nación. Todo parece indicar que lo primero es usarla como plataforma para lograr metas económicas y políticas, para favorecer individuos y grupos. No hay coherencia entre las teorías y las practicas. Cada día se ignora más la línea divisoria, la frontera, facilitándose, sin control, el desplazamiento de uno a otro lado. ¿Qué significa esto?
Por mas que me esfuerzo, no entiendo las acciones de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. Tienen leyes para regularizar los inmigrantes haitianos, pero no para poner control efectivo a su entrada por la frontera. Cientos la cruzan a diario, sobornando o como sea. Además, el Estado pone caramelos para atraerlos. En lugar de ayudarlos a trabajar en su propio país, lejos de la frontera, incentivan la inversión empresarial en la misma, exonerando del pago de aranceles aduanales, transportes, maquinarias, etc.
Dicen que la idea es ayudar los pueblos de esa región. Sin embargo, es un regalo envuelto para los empresarios quienes están felices, libres de impuestos y con la mano de obra ¡Súper barata! que le llega de Haití, desplazando los criollos. ¿Y entonces?.
Otro caramelo es que el Presidente de la Republica ha solicitado a la Unión Europea que construya hospitales en la frontera, cuando debió ser en el centro de Haití. Esa forma de demostrar generosidad, para que los haitianos no tengan que caminar tanto para llegar a los hospitales nuestros, se presta a confusión. Más aun, cuando vemos que se ha creado todo un tinglado de leyes, decretos y reglamentos, que les permitirá “regularizarse” luego de sanar y parir las criaturitas. ¿A quienes les conviene, que la isla sea indivisible? ¿Cuál es el afán de que los pobres de ambas naciones, tengan la misma fuente de trabajo, comida y salud? ¿Por qué no dejan que el gobierno haitiano se ocupe de su carga?
La meta debería ser facilitar el progreso del haitiano en su hábitat y la del dominicano, en el suyo. Ahora bien, si lo que buscan es facilitar los negocios para determinados empresarios, pagaremos un precio alto, pues se esta poniendo en peligro la soberanía. Lo que procede es poner un muro en la frontera, bien alto, hasta que cada quien se organice y desarrolle sus potencialidades.
Preocupa escuchar reconocidos economistas y empresarios decir que “la frontera que divide RD y Haití, representa una buena oportunidad para que las empresas dominicanas y extranjeras, puedan invertir. Que es una zona que permite el desarrollo integro de la isla, aprovechando los recursos de los dos países y trayendo beneficios a ambos”.
Cuidado, señor Presidente. Los oligarcas globalizados, que solo les importa lo que beneficia sus negocios, tienen “todas las posibilidades”, muy bien pensadas, incluyendo la de abandonar la isla, si es necesario. Instalar negocios en una frontera abierta, llevar haitianos a trabajar en ellos y en la construcción y agricultura, con sus mujeres pariendo, es una invasión sutil que solo beneficia a los grandes capitalistas, y que a la vez destruye los sueños de nuestros grandes hombres de la independencia y restauración; contamina la cultura; destroza las raíces históricas y hiere en lo más profundo los sentimientos patrióticos.
El plan para ayudar a Haití, puede y debe ser otro. ¡Mientras luchamos por salvar el pedacito de patria que es Loma Miranda, sin darnos cuenta estamos perdiendo la patria entera!!….!Quisqueyanos valientes alcemos…!