Por Paula Joaquín de Hernsch

Envejecer es ese proceso gradual e intrínseco al ser humano que aparece con el tiempo, alterando la eficacia del organismo para desempeñar sus funciones vitales.

Aunque el envejecimiento de la población es de hecho un triunfo en la historia de la humanidad, la rapidez del proceso es motivo de preocupación en la sociedad contemporánea. Médicos, sociólogos, psicólogos estudian con detenimiento este fenómeno, dado que día a día la esperanza de vida aumenta y en un futuro cercano, el numero de ancianos se duplicará en el mundo.

El envejeciente de hoy dista mucho de ser del que fue en tiempo de nuestros padres. Hoy en día, observamos muchos adultos mayores entre los 70 y 80 años plenos de energía y vitalidad. Esta realidad implica grandes retos a nivel económico y social, y un acopio de problemas a nivel familiar, comunitario y nacional.

Como consecuencia, se impone la necesidad de realizar profundos cambios personales y sociales en diferentes áreas: trabajo, vivienda, servicios sociales, pensiones… a fin de establecer un mejor equilibrio del individuo en la sociedad.

Pero en realidad lo que nos importa hoy, no es el problema social que causa el envejeciente sino la forma como él acoge estos cambios.

Envejecer comporta una perdida progresiva de la potencia física, intelectual y a veces hasta moral. Representa renunciación, separación de algunos placeres de la vida, carencia de elasticidad, disminución de facultades (vista, oído, tacto…), ausencia de ardor y pasión en las reacciones, miedo a la muerte, o a perder poder o prestigio social, desasosiego, temor… pero es cierto también, que envejecer significa experiencia, madurez, romper ataduras, vivir a su ritmo, hacer aquello que no se pudo hacer, vivir a su manera…

El problema del envejeciente no está en lo cambios morfológicos, psicológicos o sociales que se le avecinan, tampoco en todo lo que puede perder: autoridad, posición, potencia… su inconveniente está sobre todo, en la dificultad de aceptar y adaptarse a su nueva situación!

Miedo a dejar senderos conocidos, miedo a cerrar puertas, a descubrir y transitar nuevas perspectivas, miedo a la soledad, a la muerte… El estrés y la angustia se instalan, sin saber que es ahí donde comienza el desafío y la motivación de esta nueva etapa de la vida!!

Envejecer no es una enfermedad, es una forma diferente de vivir, es tiempo de cosechar!

Para atravesar esta etapa sin grandes problemas, el envejeciente debe reconocer sus limitaciones y los cambios que sufre su organismo y debe cambiar sus hábitos, admitiendo el nuevo esquema de vida y adaptándose a la nueva circunstancia. Aceptando esta nueva perspectiva encontrará una existencia estimulante, plena de opciones, donde el tiempo pierde finalmente su valor!

Con la edad somos mas sabios, menos preocupados del tener, rompemos con el agobiante peso de los prejuicios, quitamos el mundo de la competencia de la vida social y nos sentimos mas deseosos de ser!

Envejecer es una forma de vivir libre de propaganda, de títulos y de aquellas cosas, personas o situaciones que limitan, como el tiempo, la competencia, la apariencia… en una palabra se liberan! Se perderá la memoria, pero también se dan el lujo de sacar del campo de la conciencia todo aquello que no es necesario para su existencia…

Si el envejeciente se aferra a la esperanza, se crea metas, aprovecha las diferentes alternativas que se le presentan a su edad y vive su vida con motivación, encontrará sin lugar a dudas, toda la alegría, el equilibrio y la armonía que precisa para vivir con dignidad, regocijo y entereza, porque como dijo Ingmar Bergman “Envejecer es como escalar una gran montaña; mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena».