Por Francia de Pérez|

He escuchado decir muchas veces a personas que no les interesa recibir un reconocimiento, pero hay que hurgar en lo más profundo  del ser para no admitir el valor que tiene para todos y cada uno de nosotros recibir un reconocimiento,  de personas o  instituciones.

El reconocimiento es un acto noble porque debe estar  enmarcado de toda buena fe al valorar a  una persona o institución,  a través   de su  trayectoria de vida  y logros  en un período de tiempo, o por una circunstancia en un momento dado. Aquel reconocimiento donde no solo el recipiente es el que se siente agradecido, sino, todas las personas que le rodean, familiares, amigos, compañeros, relacionados en sentido general,  es aquel que  nos hace  sentir parte de un ser distinguido en la sociedad, de un ser meritorio que nos llena de orgullo, en un mundo donde los valores morales cada  vez están más desintegrados.

Si nosotros le diéramos el justo valor al reconocimiento, nos enaltecería, porque es como respirar profundo  y decir en voz alta ¡que bien me siento, porque lo que hice, lo hice de corazón y tuvo sus frutos!. Se dice también que no se debe esperar reconocimientos por las cosas que se realizan, porque lo importante es hacer las cosas para el bien común,  sin esperar compensación a cambio,   sin embargo,  la historia nos muestra el valor del reconocimiento debido a que los aportes de los grandes hombre y mujeres del mundo son reconocidos  por la humanidad, a través del tiempo, y por instituciones que han creado premios al mérito  ya sea en vida o póstumo, como es el Premio Nobel, por ejemplo.

También se han creado premios de reconocimientos en todos los ámbitos de la vida de los seres humanos, que son incentivos y motivaciones para seguir adelante con entusiasmo, enriqueciendo nuestras  vidas y las de los demás. En nuestro país tenemos el El Casandra, luego,   El Soberano, premio que reconoce el talento artístico dominicano.  El que otorga el Ministerio  de Cultura, premio Nacional de Literatura. El reconocimiento a la mujer por parte del Ministerio  de la Mujer, en los diferentes sectores de la vida dominicana, y otros no menos importantes, que deberían servir como paradigma para la juventud de nuestro país.

Reconocer y ser reconocido, aunque existe cierta familiaridad, no son iguales, se parecen porque debemos al reconocer  desprendernos de  cualquier inhibición que no nos permita darle valor a los actos de los demás y ser reconocido es al mismo tiempo poder recibir las demostraciones de aprecio por nuestros  propios actos.

Reconocer es dar sin recibir, ser reconocido es recibir de vuelta  todo lo que de alguna manera se ha logrado con éxito en la vida . Claro, me refiero a las cosas de  la vida  que tienen valor positivo y que han servido como aporte al bien común. Si nos adentramos en nuestro propio  ser,  el ser reconocido es un aliciente que de verdad  nos conforta, además, no debemos olvidar que  “honrar honra”.

Dijo Aristóteles: “La dignidad no consiste en nuestros honores, sino en el reconocimiento de merecer lo que tenemos”.