Por Paula Joaquin de Hensch | Máster en Psicología Educativa |

Es difícil señalar con exactitud cuales son las causas de la violencia social que mina nuestro País. Los motivos son variados. En un primer escenario tendríamos que decir que la violencia es inherente en cada uno de nosotros y que se manifiesta en el deseo de poder y dominio, de mando y autoridad… En condiciones desfavorables esta se transforma en un deseo de poder inmediato e incondicional sobre las personas y las cosas como fuente de afirmación del yo o de si mismo.

Las sociedades democráticas contrariamente a lo que se espera, atizan los celos, impulsan a la competitividad y a la desigualdad, todo esto, mal encaminado, propician un desbalance que favorecen malestares sociales que a menudo desembocan en actos de violencia, infracción, y hasta el crimen.

Unas de las grandes preocupaciones al enfrentar la violencia urbana son los problemas ligados a la exclusión de la población del sistema laboral y educacional. En nuestro País la escasez de trabajo y de oportunidades, el desempleo, la carencia de educación, las botellas, el amiguismo, el padrinaje, son algunos de los males que aquejan la vida laboral. Este contexto por un lado y por otro la constante migración campesina y haitiana a la ciudad, empeora fuertemente el panorama.

La falta de incentivos y de trabajo en el campo, hacen que el campesino busque nuevas oportunidades para sus hijos. Se instalan en las grandes ciudades, fundando los famosos cordones marginales o villas miserias. Pronto las frustraciones y el abismo instaurado entre sus expectativas y las posibilidades reales de alcanzar sus metas crean un choque que impulsa a las nuevas generaciones criadas en “la gran ciudad” a escoger otras alternativos (robos, droga, delitos, violencia) a fin de obtener por la fuerza lo que no han podido obtener sus padres por vía legal.

Sin embargo, hay otros factores en el programa que han incrementado y sazonado fuertemente los actos criminales en nuestro País. Uno de ellos es la facilidad que hoy en día tenemos para adquirir un arma (hasta se puede alquilar por un fin de semana) y la ineficacia y falta de fe en el sistema jurídico. Poseemos un sistema penal deplorable y corrupto a todos los niveles panorama ideal para germinar la delincuencia y violencia urbana ya que la impunidad es parte del diario vivir, los juicios y castigos escasos y muy selectivos y el proceso de justicia cuando la hay es muy lento.

Hemos llegado a un punto donde aplaudimos las acciones violentas de la policía y de la población, relacionadas con las famosas” limpiezas sociales” justificando de esa manera la exterminación de criminales y delincuentes sociales.

Que podemos hacer ¿? Necesitamos afirmar ciertos valores en el pueblo dominicano como por ejemplo el valor del trabajo honrado: valorizar las personas por su capacidad y no por el partido a que pertenece. Crear conciencia en los que tienen el poder y rigen el País, de la importancia de resolver los problemas básicos de la población, sanear la Administración, reevaluar todos los Ministerios y rodearse de gente competente, con ideas claras y eficaces, suprimir el favoritismo, las dadivas innecesarias y proveer al ciudadano de trabajo, oportunidades y educación, devolviéndole su dignidad.

Nos estamos acostumbrando a las dadivas, a recibir sin esfuerzo, a no trabajar y al facilismo en general. El actual Gobierno (como los pasados) hasta ahora no ha dado respuestas validas a los diferentes problemas de la pobreza, del desempleo, educación, servicios, seguridad. Por el contrario se apalea la pobreza con donaciones que incitan a la vagancia, se redoblan la creación de empleos botellas a todos los niveles incluyendo el nivel diplomático. Eso hay que acabarlo!!

El abuso del poder es una forma de violencia psicológica. El gobierno tiene que reflexionar y reaccionar liberando al pueblo de la dependencia y la alineación. La única forma de devolverle al Pueblo Dominicano su dignidad es forjándolo en el trabajo y en el compromiso urbano. Eso sería dar un gran paso y sembrar los gérmenes necesarios para contrarrestar la delincuencia y la violencia social.